Infocima – Enero 2022

Conocí CIMA durante mi servicio voluntario con la Cruz Roja Alemana. Han pasado más de cinco años desde entonces. Cinco años en los que he vuelto en varias oportunidades a CIMA como voluntario. He intentado no perder nunca el contacto con todas las personas que conocí durante mis estancias en CIMA y en Perú. Los tiempos que pasé allí, fueron entre los mejores de mi vida. Cuando llegué a Lima y conocí CIMA, todo me parecía un sueño. Fue un pequeño choque cultural ir a un país extranjero con 18 años, recién salido del colegio. Sin embargo, pude instalarme rápidamente y acostumbrarme al nuevo entorno, especialmente gracias a la admirable gente de CIMA. Por supuesto, al principio había la barrera del idioma, pero eso disminuyó después de algunas semanas. Me sentí muy bien, como en una nueva familia. El trabajo en CIMA se basa mucho en la confianza. Como voluntario, tuve la oportunidad y la libertad de elegir dónde podía apoyar mejor a los chicos y al personal.

Rápidamente conocí los talleres y a sus grandes profesores y educadores. Durante el día, trabajaba en los diferentes talleres, ayudando siempre en lo que podía. Pero también había otras tareas en las que se necesitaba mi ayuda. Al principio, se trataba por ejemplo de acompañar a los chicos al médico y, más adelante, de ayudar a recoger donaciones en Lima. Aparte de estas tareas diarias, considero que una parte importante del trabajo como voluntario, es pasar tiempo con los chicos. Escuchar música, hablar de lo que se viene a la mente o jugar fútbol son cosas sencillas, pero pueden marcar una gran diferencia. Para su rehabilitación, los chicos necesitan atención, calor y afecto, cosas que, por desgracia, algunos de ellos nunca habían sentido. Poco a poco me fui ganando la confianza de los chicos, y convirtiéndome en un ejemplo para ellos. El tiempo pasaba cada vez más rápido, y antes de darme cuenta, el final de mi servicio voluntario estaba a la vuelta de la esquina. Comenzó una época difícil, pero al igual que al principio en Perú, hubo un choque cultural al volver a Alemania que tuve que afrontar primero. Mis pensamientos seguían en Cieneguilla y en CIMA, y eso hasta el día de hoy.

Planeo constantemente mis próximos pasos, siempre con el objetivo de volver. Pero definitivamente vale la pena. La familia que conseguí gracias a mi trabajo y compromiso me acompañará toda la vida. Me hace increíblemente feliz y orgulloso. Es un trabajo más que satisfactorio, o mejor, como decía un buen amigo, no es un trabajo sino una vocación. Sólo puedo recomendar encarecidamente una estancia en CIMA a todos los jóvenes o adultos. No importa el tiempo que lleves. Lo más importante es aprovecharlo y disfrutarlo al máximo y estar abierto al cambio cultural. Yo, por mi parte, definitivamente volveré y nunca olvidaré los grandes momentos que he vivido y sentido allí.

CIMA, Lima y el Perú se han convertido en un segundo o tal vez primer hogar para mí y siempre encontraré el camino de regreso. Hay mucho más que me gustaría escribir, respecto a lo que he vivido en CIMA. Pero no hay espacio suficiente para esto. Con esto en mente, espero lo mejor para el futuro de CIMA y de todas las personas admirables que trabajan allí.

Gracias.

Menores:

• Johan García
• José García

Colaboradores:

• Esther Guzmán
• Jean-Louis Lebel
• Sebastián Franco
• Hernán Escalante
• Michele Cordiez